Ganadora de un concurso literario en 1935, ésta, que fue su primera novela, se originó en un cuento llamado “La Balsa”, transformado luego en novela corta (Marañón), para finalmente llamarse “La serpiente de oro”.
Su estructura no es muy complicada; narra en sus capítulos, que guardan cierta independencia entre sí, la vida de los cholos que habitan a orillas del Marañón. Uno de ellos, que hace el papel de narrador, va contando en forma sencilla las cuitas de la vida del indio, unas veces duras y las mas de ellas trágicas, porque el río crece y se lleva a quienes osan desafiarlo.
Solamente quienes habitan sus riberas comprenden el mensaje trágico y rudo de las balsas solitarias que, a la deriva, transitan por el rio. Todo esto nos muestra que el verdadero protagonista es el Marañón. ‘Serpiente de oro’ es el nombre de ciertos proyectos para explotar sus riquezas auríferas por parte de una compañía extranjera.
La guía espiritual de cada cholo es la voz del río, el cual se presenta desde los inicios de la novela como majestuoso y avasallador en su paso, imponiendo duras condiciones a los hombres. Son relaciones hombre – río – ambiente, donde el hombre se confunde con el ambiente para generar una mezcla imposible y silenciosa.
Se evocan con toda fidelidad las conversaciones de los habitantes del valle, sus afanes y hasta sus fiestas; allí vemos como se conocieron Lucila y Arturo, donde las indias y donde finalmente se desencadenó la violencia.
Se evoca también ese mundo extraño del valle, y los elementos míticos comunes a Hispanoamérica afloran allí: la serpiente, no como elemento tentador sino como espíritu protector que castiga con el veneno de su mordedura a quienes no acatan los principios de la naturaleza; el bandolero, ese desarraigado que se llama Riero y que, como el río, no permanece quieto porque debe vivir huyendo de la justicia, de una justicia sin efecto, representada por la figura amenazante de los gendarmes.
Contexto
Por entonces Ciro Alegría, militante aprista, se hallaba desterrado en Chile, adonde llegara el mismo día en que era asesinado el poeta José Santos Chocano (1934). Los primeros meses los vivió en la estrechez económica y se ganó la vida como traductor y corrector. También consiguió que el suplemento del diario Crítica de Buenos Aires le publicara una vez al mes sus cuentos. La necesidad de ganar algo más lo empujó a convertir un relato suyo de 8 páginas titulado “La balsa” en otro más extenso al que nominó “El Marañón”, el cual presentó al concurso literario convocado por la Editorial Nascimento y auspiciado por la Sociedad de Escritores de Chile. A sugestión de la Editorial accedió a ampliar más su relato y así nació la novela La serpiente de oro, con la cual ganó el primer premio de dicho concurso (1935). El libro le otorgó fama que se consolidaría con sus dos novelas siguientes: Los perros hambrientos (1939) y El mundo es ancho y ajeno (1941).
Época
Aunque no se menciona explícitamente en la obra la época en que se desenvuelven los hechos, debemos ubicarla en las décadas de 1910 y 1920, al igual que sus otras dos novelas, ya que la recreación novelística de Alegría se concentra en los años de su niñez, época en que estuvo en contacto con la gente y los escenarios mencionados en sus obras, la sierra liberteña y la ceja de selva colindante.
Escenarios
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El río Marañón a su paso por el pongo de Manseriche |
La región donde está situada Calemar es la llamada ceja de selva, entre 400 y 1.000 msnm, que es como un límite entre la región andina y la selva amazónica, específicamente en el extremo oriental del departamento La Libertad. Es una región ya propiamente selvática, cubierta de densa vegetación sobre un terreno accidentado, que se caracteriza por la presencia de numerosos plegamientos y que es atravesado por profundos cañones fluviales. La intensa deforestación que sufren algunas de sus áreas favorece los deslizamientos de tierra conocidos como huaycos o desmontes.
Los Narradores:
Además del Narrador Omnisciente (cuya participación se vislumbra en algunos fragmentos), la novela es relatada por varias voces que toman cuerpo en diversos personajes de la ficción: el cholo Lucas Vilca, el viejo Matías, el hacendado Juan Plaza. Diversos espacios y distintos puntos de vista se desplazan pues para contarnos la vida activa y emocionante de personajes entrañables y sencillos, todo lo cual nos indica que el autor usaba criterios modernos e innovadores en la narración. No obstante, escritores y críticos como Mario Vargas Llosa trataron equívocamente de colocar a esta novela (y otras producidas antes de 1960) dentro del conjunto de la “novela tradicional” o mal llamada “novela primitiva”.
Personajes:
En la obra encontramos una gran variedad de personajes. Cada uno tiene relevancia, pero solo mencionaremos los de mayor importancia en el desarrollo de los hechos.
- La familia Romero. Asentada en el valle de Calemar y dedicada al transporte en balsa, la pesca fluvial, y el cultivo de frutales y otros productos agrícolas. Lo conforman:
- El viejo Matías, el veterano jefe de familia, muy locuaz contador de historias.
- Doña Melcha, la esposa de Matías, igualmente anciana, dedicada a las tareas del hogar.
- Arturo Romero, hijo de Matías, es un joven que ya tiene su hogar propio, que el mismo construyó a pocos pasos de la casa de sus padres. Su esposa es la Lucinda y tiene un hijo todavía caishita o infante, el Adán.
- Rogelio Romero, conocido familiarmente como el Roge, es el hermano menor de Arturo. Tiene 20 años. Es fuerte, hábil nadador y muy impulsivo. Morirá tras ser arrastrado por la corriente del río, en el peligroso paso de “La Escalera”.
- Lucas Vilca, es un cholo de Calemar, vecino de los Romero. Tiene su platanar y su cocal, y vive solo, pues sus padres ya habían fallecido. Se enamora de Florinda a quien hará luego su esposa. Es uno de los narradores de la novela.
- Osvaldo Martínez de Calderón, ingeniero limeño, alto, blanco y delgado, que llega de pasada a Calemar con planes de explorar la región y formar una empresa explotadora de sus recursos naturales. Soberbio y altanero, ve con desprecio a los cholos pero la necesidad de sobrevivir en medios tan hostiles como la selva y la puna le obligan a adaptarse a las costumbres de la región. Entusiasmado con su plan de explotar el oro de los lavaderos, decide volver a Lima para traer capitales pero muere picado por una serpiente. Deja un hijo en una muchacha de Calemar, la Hormecinda.
- Juan Plaza, hacendado de Marcapata, ya anciano y con numerosa familia. Hospeda al ingeniero Osvaldo y le aconseja sobre sus planes de exploración (capítulo IV: “Ande selva y río”).
- Lucinda, la esposa de Arturo, es una mujer del pueblo de Sartín, en las alturas, hija de doña Dorotea. Se destaca por su fina faz, sus ojos verdes, sus senos erguidos y su donosura al bailar. Como todo poblador de las alturas, al llegar al valle de Calemar padece de fiebres palúdicas, pero se recupera. Luego de sufrir muchos abortos al fin tuvo un hijo, el Adán.
- Doña Dorotea, hospedera del pueblo de Sartín, ya viuda, madre de Lucinda y de un niño menor de edad. Las malas lenguas decían que la Lucinda era el fruto de un amorío que tuvo con un gringo buscador de minas.
- Florinda, bella chinita de Calemar, hija del cholo Pancho y pretendida por el Rogelio. Luego de la muerte de este termina juntándose con Lucas Vilca.
- Doña Mariana Chiguala, viuda, ya madura pero aun atractiva, que vive en el fondo del valle de Calemar, junto con su sobrina Hormecinda. En su casa se hospedan los forasteros y otras veces la iba a visitar el cholo Encarna. Ella protagoniza el capítulo titulado “La uta y el puma azul”.
- Hormecinda, una chinita o muchacha de 15 años, sobrina de doña Mariana. Se dedica a pastear cabras. Tiene un amorío con el ingeniero Osvaldo y producto de ello queda embarazada. Pero el ingeniero morirá antes que nazca el niño.
- Venancio Landauro, residente de Shicún, poblado situado aguas arriba del Marañón, amigo de los Romero.
- El Encarna (abreviatura de Encarnación), viejo cholo, contemporáneo del Matías, quien vivía casi al fondo del valle.
- El cura Casimiro Baltodano, párroco de Pataz, quien es invitado a Calemar durante las festividades religiosas para oficiar las misas.
- Florencio Obando, el Teniente gobernador de Calemar. Alabado por su prudente gobierno.
- Silverio Cruz, cholo de Calemar, balsero y agricultor como todos. Perderá su chacra arrasada por el desmonte.
- El Pablo, cholo de Calemar que mata a otro llamado Martín por una disputa de un palo de balsa. La justicia lo exonera de culpa pues considera que había sido víctima de una provocación. Es contratado como ayudante por el ingeniero Osvaldo.
- El Julián, cholo de Calemar que junto con el Pablo es contratado como ayudante por el ingeniero Osvaldo.
- El Riero, apodo de Inacio Ramos, es un corrido o fugitivo de la justicia, que había sido amigo del padre de Lucas Vilca.
- Don Policarpio Núñez, negociante de ganado, quien llega a Calemar solicitando a los balseros el traslado de sus reses al otro lado del río.
Análisis:
La serpiente de oro intenta revelar interiormente la vida de los balseros del río Marañón. Aunque este objetivo no se logra, pues a la larga resulta evidente la exterioridad de la perspectiva que domina el relato, la novela es una hermosa y profunda descripción de una comunidad tradicional, ciertamente idealizada, y de sus relaciones con la naturaleza. Uno de los méritos de esta obra es que invierte el sentido de la relación-paisaje que por entonces desarrollaba la novela regional hispanoamericana, en la que el ser humano aparecía siempre aplastado por la fuerza de una naturaleza inhóspita e invencible, enfatizando —a la inversa— la capacidad del hombre americano para enfrentarse con ella, para comprenderla y dotarla de sentido, para aceptarla, en fin, como morada digna de su existencia. En la novela el río es símbolo de esta naturaleza; y el esforzado acto de cruzarlo, que los balseros realizan diariamente, a veces pereciendo en el intento, representa, también en un plano simbólico, el sentido de la existencia: un acto esencial, donde hombre y paisaje convergen, bajo el poder del Destino. De lo anterior se desprende que La serpiente de oro tiene escasa resonancia social y un déficit insalvable: en su universo la historia no existe. El tiempo se ritualiza en la reiteración de ese acto esencial, único e intrasformable (Antonio Cornejo Polar).
Si se la analiza con objetividad, se ve que en ella lo menos importante es el argumento, más aún, podría decirse que el argumento no existe. El libro está integrado por una poemática yuxtaposición de episodios, de fragmentos, en torno de una misma región y de unos cuantos tipos a quienes liga un destino común. El verdadero protagonista es el río Marañón… Alegría imprime a su narración un tempo de cinematógrafo, no obstante la aparente morosidad de los diálogos y las lentas reacciones de los individuos. La naturaleza es lo más dinámico en el libro. Y lo es sin que el autor se lo proponga, sin que se encarnice en los pormenores. Hace brotar las imágenes y las sensaciones correspondientes, del sencillo coloquio entre las gentes y lo que ellas van descubriendo a medida que avanza el diálogo, la canción novelesca siempre en las márgenes del gran río. La Serpiente de Oro podría considerarse, con más propiedad, un poema en prosa; cada capítulo es como un ente autónomo. El lenguaje revela una bien hallada vocación poética, un profundo sentido de la propiedad y eficacia de las palabras. Los adjetivos de Alegría son de rara precisión y colorido. Se advierte que el escritor tiene ojos para el color, no para las formas: nos hallamos ante un pintor, no ante un escultor. Y, en cuanto al ritmo, posee el oído certero de un cazador, fino y perspicaz. No es la suya una melodía polifónica, Wagneriana. Alegría es como un tocador de guitarra y quena. Descarta de su prosa, tercamente, toda altisonancia, así como también todo extremo trágico. Parecería indicar, en cada capítulo, que todo se puede contar y decir, inclusive lo amargo y lo sucio, con buenas maneras, con un lenguaje estético que llegue al entendimiento y al corazón (Luis Alberto Sánchez).
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